Niños que Hacen Buenas Obras

Descubra lo que implica ser la mamá de 12 niños, leyendo los sabios consejos sobre crianza de niños brindados por nuestra Súper Mamá residente.

 

Durante mi juventud, había un clérigo local que solía ir de visita a mi escuela, y pedía una cierta cantidad de voluntarios. Cualquiera de los niños que fueran con él podían faltar a una determinada cantidad de clases, es por ello que la mayor parte de nosotros siempre nos ofrecíamos a ir.

Él nos llevaba a un asilo de ancianos - y un par de veces - a una casa de personas adultas que padecían retardo mental. Nosotros simplemente pasábamos el tiempo con estas personas, les hablábamos, jugábamos juegos con ellos, y a veces, les cantábamos canciones.

Recuerdo muy bien cómo, durante el camino a casa, los bellos sentimientos relacionados con las buenas obras que había realizado llenaban mi corazón de regocijo. No podía esperar para hacerlo nuevamente.

Y afortunadamente pude hacerlo una y otra vez. Dediqué tiempo en carácter de voluntaria innumerables veces, y no sólo al ofrecer algunas horas de mis días al clérigo que iba frecuentemente a la escuela a la que yo concurría, sino que también lo hice de otras maneras. En una oportunidad, un amigo de mi padre nos pidió; si podíamos crear algunas canciones.

Él nos llevó hasta un asilo de ancianos en el cual mi amiga cantaría, y yo la acompañaría tocando el piano. Una vez que terminamos de actuar, pasamos tiempo conversando con personas mayores de edad muy simpáticas, y nos dimos cuenta con mucha alegría de que a ellos realmente les encantaba nuestra compañía. Nosotros amábamos la idea de contar con dicha audiencia, y continuamos realizando ese tipo de pequeñas actuaciones durante muchos años.

Sabía que era demasiado mayor para salir a pedir dulces

Cuando cumplí 11 años, me di cuenta de que ya estaba mayorcita para salir a pedir dulces durante Halloween, pero igualmente pensé en la institución emplazada en la esquina del barrio en el cual vivía y que se encargaba de cuidar a niños lisiados que vivían en nuestra zona.

Es así que decidí ir por todo el barrio pidiendo dulces, como siempre, pero esta vez los donaría a dicha institución para que los niños pudieran disfrutarlos. Ese año me sentí; doblemente bendecida: tuve que disfrazarme una vez más, y afortunadamente actué muy bien. Algunos años después,

cuando cumplí 17 años, me di cuenta de que ya estaba demasiado grande como para usar mi colección de historietas, es por ello que también decidí donarla a la Institución que Cuidaba Niños Lisiados.

Una formidable idea para implementar en ese momento tan difícil de la vida

Durante los siguientes años, me he dado cuenta con suma alegría que mucha gente les ha enseñado a los niños a ser voluntariosos. Pienso que esta iniciativa es realmente excelente y alentadora.

Los niños que dedican parte de su tiempo aprendiendo a comprender y a ayudar a los más necesitados, y que además aprenden a no temerle a aquellos que son diferentes a ellos se transforman con el tiempo en mejores personas.

He visto historias en revistas especialmente dedicadas a las mujeres que hablaban sobre mamás que llevaban a sus hijos a prestar asistencia en comedores de beneficencia en lugar de festejarles sus fiestas de cumpleaños. Ésta es una excelente idea para ser implementada frecuentemente en personas que se encuentran en una edad difícil: demasiado mayores para una fiesta, y demasiado jóvenes como para darse cuenta de que la idea de que los días deben ser marcados de alguna manera significativa para que la vida tenga sentido.

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