Cólicos—¿Qué es Eso?

Mi primer bebé fue una niña y debió haber sido anotada en el Libro Guinnes de Récords Mundiales por haber padecido la mayor cantidad de ataques de cólicos que un niño puede haber sufrido en toda su vida. Es así que se pasó nueve meses seguidos llorando sin parar. Mi biblioteca repleta de libros destinados a la crianza de niños parecía coincidir en que los cólicos eran frecuentemente causados por los nervios de las mamás primerizas. Es por ello que además de no poder dormir por las noches (tanto el bebé como yo), de estar recuperándome del parto, de que mis pezones se encontraban inflamados y adoloridos, de que sufría depresión postparto, y de que trataba de mantener al día las tarea domésticas; tenía que lidiar con el tremendo sentimiento de culpa: Yo era la causante de que mi bebé estuviera sufriendo.

En ese momento era una mamá primeriza muy joven, sólo tenía 19 años de edad, y estaba determinada a probar que era capaz de hacerme cargo de mi bebé y de las tareas hogareñas al mismo tiempo; de esa forma me sentiría una persona adulta y madura. En cierto sentido, esa era una buena actitud, porque me hacía sentir más fuerte y preparada para enfrentar esta difícil situación. En todo momento traté de hacer lo mejor que pude. Me convencí de que debía colocar a mi bebé en una mochila porta-bebé tipo canguro como si ese accesorio fuera tan necesario para mí como el hecho de usar todos los días mis calcetines, debido a que esa era la única manera de que el bebé pudiera dormir plácidamente; y estuve haciendo ésto durante muchos, muchos y largos meses.

La Vida Después de los Cólicos…

Cuando mi pequeña niña cumplió 10 meses y los cólicos decidieron desaparecer de su vida e ir a molestar a otro niño, saqué a relucir el cochecito de bebé que había dejado guardado por largo tiempo y puse manos a la obra. El cochecito no había sido usado desde el nacimiento de mi bebé. Estaba un poco polvoriento; es por ello que lave cuidadosamente la cubierta y le quité el polvo a los caños que formaban la estructura del mismo. El sol brillaba en las calles. Había llegado el momento de deshacerse de la mochila porta-bebé y de comenzar a usar el cochecito.

De repente experimenté un sentimiento bastante extraño: el bebé y yo ahora eramos dos personas independientes una de la otra. Ella ya no estaba ajustada y colgada sobre mi pecho. Es así que erguí me espalda, disfrutando la sensación de ligereza y de libertad. Me encontré con una amiga y ella me dijo: "¡Oh. La bebita es tan hermosa!. ¿Te das cuenta de que ésta es la primera vez que puedo ver su carita desde que nació?. Ella siempre estaba apretada contra tu pecho".

Sonreí llena de orgullo. Había ingresado en una nueva fase de la maternidad. Había ganado la batalla.

( Comentarios)
Iniciar or Registrese su comentario.

Envie su comentario

Iniciar o Registrese su comentario.

Advertisement